Nunca protagonizarán una 'keynote' y no tienen mucho glamour, pero consiguen mejorar mejorar la salud y la higiene en muchos lugares del mundo.
Ciclo sectores alto rendimiento
De la prevención a la curación: cuando la tecnología puede salvar vidas Texto: C. OttoDiseño: Daniel Muñoz
Cuando pensamos en la tecnología, por lo general le atribuimos dos funciones básicas: la lúdica y la profesional. Porque no nos engañemos: la inmensa mayoría de los desarrollos tecnológicos que consumimos y de los que disfrutamos a diario van dirigidos a satisfacer necesidades tan complejas como jugar en el móvil, chatear con nuestros amigos y familiares, ver un vídeo en internet o, como mucho, consultar el correo electrónico.
Sin embargo, dentro de la infinidad de aplicaciones que tiene la tecnología hay una que, por su pura esencia, merece una estima especial. Se trata de la tecnología aplicada a la salud y la sanidad, dos herramientas que dejan a un lado las vertientes lúdica y profesional para centrarse en un objetivo más amplio y ambicioso: poner la tecnología a disposición del cuerpo humano y su salud.
El ejercicio de esta tendencia se estructura a través de tres procesos diferenciados: el tratamiento de una enfermedad, su curación y la gestión sanitaria. Entre los tres se procura no sólo mejorar la salud de los pacientes, sino también hacer más eficiente la administración de todos los trámites que rodean al ámbito sanitario.
Tecnología (no tan) futurista que está cambiando el mundo La mayoría pueden parecer sacados de películas de Hollywood o de los mejores libros de ciencia ficción, pero lo cierto es que estos desarrollos tecnológicos tienen una aplicación real a día de hoy. Algunos ya tienen presencia diaria en varios hospitales y otros son desarrollos incipientes, pero todos tienen algo en común: el futuro de la salud está en sus manos.
De las apps a la gamificación
Si la tecnología es importante en la curación efectiva de una enfermedad, también lo es en el tratamiento diario de la misma, sobre todo si hablamos de dolencias crónicas, de afecciones prolongadas sin complicaciones extremadamente graves (alergias, asma, diabetes...) o de molestias puramente ocasionales.En ese caso, las herramientas tecnológicas disponibles suelen variar en función del paciente y, sobre todo, de su edad. Porque, si se trata de que el paciente en cuestión pueda sobrellevar su afección de la manera más liviana posible, no todas las prácticas son igual de eficaces.
Una de las tendencias con mayor potencial de los últimos años es la gamificación, una corriente tecnológica que fomenta el uso de dinámicas de juegos -sobre todo digitales- en contextos no recreativos, como puede ser el de la salud. Esta tendencia adquiere una especial importancia entre los menores de edad, que se convierten en el nicho perfecto de este tipo de prácticas.
La importancia de aprender jugando Y es que la gamificación, aunque es aplicable a cualquier edad, cumple una doble función entre los niños: por una parte, hacer más entretenido un proceso de tratamiento o prevención que en principio no pinta demasiado atractivo, precisamente; por otra, aprovechar el contexto lúdico para llevar a cabo una labor educativa y de concienciación entre dichos niños.
Conductas saludables, ejercicio físico, alimentación equilibrada, buenas prácticas… los beneficios de aplicar la gamificación a los niños son innumerables, tal y como señala el estudio de la Asociación de Investigadores de Esalud. Y el catálogo de opciones es casi infinito.
Adultos: autocuidado, autoprevención y autodiagnóstico
Si hay una característica que define a la perfección al paciente adulto, se resume en una palabra: tecnologizado. Según el informe Digital Consumer Tech Survey 2014, elaborado por Accenture, el paciente de edad adulta posee un nivel de digitalización medianamente alto, lo que le confiere un sinfín de posibilidades a la hora de gestionar su salud a través de herramientas digitales.De este modo, nos encontramos ante “ciudadanos que demandan y consumen productos que permiten el autocuidado, la autoprevención e incluso el autodiagnóstico”, con lo que la inclusión de este tipo de tecnologías se torna cada vez más importante.
En este sentido cobran una especial importancia los wearables, todos aquellos dispositivos 'ponibles' que permiten integrarse en las rutinas diarias de cualquier paciente para monitorizar su actividad, establecer todo tipo de patrones de conducta y, en definitiva, acompañar al ciudadano en el tratamiento de su enfermedad.
No obstante, lo cierto es que los niveles de uso y asunción de los wearables aún distan mucho de acercarse al usuario medio, para quien este tipo de dispositivos tienen un precio y un nivel de complejidad quizá superior al esperado. Como paso intermedio, las que sí están teniendo un auge cada vez mayor son las apps enfocadas a la salud, que permiten a sus usuarios evitarse viajes innecesarios al médico o a la farmacia:
Un paso clave: la atención sanitaria
Por último, la digitalización de la sanidad cuenta con una última etapa que, aunque no llegue a salvar vidas, resulta vital a la hora de afrontar su futuro inmediato: la digitalización y automatización de muchos de los procesos de gestión y administración de todos los factores que rodean al entorno sanitario.Acceso a historiales médicos online, digitalización de procesos administrativos, posibilidad de gestionar las citas médicas a través de internet… son muchas las iniciativas que, a mayor o menor velocidad, las instituciones sanitarias públicas y privadas están empezando a implementar en nuestro país.
Y no parece que sea en vano, precisamente. Según el informe Insight Driven Health, elaborado por Accenture a través de encuestas a más de 9.000 pacientes y médicos en nueve países distintos, el 95% de los pacientes y el 85% de los médicos consideran que deberían tener algún tipo de acceso online al historial médico; sin embargo, el 61% no cuenta con dicho acceso, a pesar de que más del 50% de los ciudadanos estarían dispuestos a cambiar de centro sanitario con tal de contar con este servicio.
Mayores: de la curación a la atención sociosanitaria
A la hora de analizar a los pacientes de edades elevadas, hay un importantísimo dato que debemos tener en cuenta: la progresiva e incesante mejora de la calidad de vida en nuestra sociedad. Este dato, que per se constituye una indudable buena noticia, desemboca en dos consecuencias que, si bien parecen un mal menor, convienen ser analizadas y tenidas muy en cuenta: el envejecimiento de la población y la evolución de los tratamientos sanitarios.En cuanto al envejecimiento, basta con observar los datos: según el último informe de Eurostat, España avanza hacia una estructura social con un creciente porcentaje de personas mayores. Y es que, si las previsiones consiguen acertar, el porcentaje de población mayor de 64 años en nuestro país en 2020 será del 20,1% (frente al 17,9% de 2013). Esta representatividad será mucho más evidente en el año 2060, cuando las personas mayores supongan el 30% de nuestro mapa social.
Pero la cosa no acaba en el envejecimiento. Como segunda consecuencia de la mejora de la calidad de vida nos encontramos con una evolución en el terreno de la salud. Y es que, por suerte, nuestro país cada vez cuenta con menos enfermedades infecciosas, que logran ser curadas, pero, por otro lado, al mismo tiempo aumentan las de carácter crónico y la necesidad de cuidados.
En otras palabras: en nuestro país la medicina meramente curativa está perdiendo relevancia a la misma velocidad a la que la va ganando la necesidad de los cuidados a personas mayores, también conocida como atención sociosanitaria.
Y es este terreno en el que está empezando a intervenir la tecnología, que intenta optimizar los procesos de cuidados a mayores con cuatro objetivos principales:
Autonomía del paciente
Pese a su elevada edad, los pacientes cada vez quieren contar con un mayor grado de autonomía a la hora de gestionar su enfermedad y las pequeñas complicaciones que puedan ir surgiendo. Y si la tecnología consigue potenciar esta autonomía, se reducirá la necesidad de ir al médico, a la farmacia o al hospital.
Apoyo al cuidador
Hasta hace no demasiadas décadas, cuando una persona mayor caía enferma de cierta gravedad debía contar con una persona, generalmente familiar y con nula experiencia, que acababa hipotecando su propio día a día para ocuparse de esta persona. Con la tecnologización de los cuidados se busca también que dicho cuidador se 'libere' de según qué tareas.
Prevención
La mayoría de la tecnología aplicada a la atención sociosanitaria se basa en desarrollos que consiguen monitorizar conductas del paciente, con una clara y positiva consecuencia: adelantarse a posibles complicaciones. Porque si la tecnología es capaz de medir las constantes vitales de una persona, por ejemplo, será más fácil adelantarse a un posible infarto y evitar una posible muerte.
Reducción de gasto
A menudo la implantación de este tipo de tecnologías lleva consigo un gasto sustancial, pero los cálculos de la mayoría de administraciones (tanto públicas como privadas) revelan que en realidad no se trata de un gasto, sino de una inversión: si inyectamos ahora dinero en estas tecnologías, lo ahorraremos en gestiones futuras.
Y es que, si pretendemos que disminuya la necesidad de acudir al médico o al hospital, el hogar debe constituir el mejor espacio de seguridad para el propio paciente. Por ello se busca que el enfermo pueda tener acceso a la gestión personalizada de su enfermedad al mismo tiempo que sepa que, en caso de que surja cualquier complicación, podrá ser atendido cuanto antes.
Así, son múltiples los dispositivos e iniciativas que buscan acortar las distancias entre médico y paciente (aunque sea de manera virtual) y monitorizar todo tipo de comportamientos de cara a prevenir y solucionar cualquier tipo de problema.