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La Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital 12 de Octubre abre sus puertas a 'El Confidencial'. 24 horas siguiendo los pasos de un MIR.

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Texto: Paloma Esteban

Foto y diseño: P. López Learte

Maquetación: Daniel Muñoz

“El arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la Naturaleza le va curando”. Lo dijo Voltaire hace siglos y, aunque los profesionales médicos actuales mostrarían alguna contrariedad, el proverbio se aproxima bastante a la función que cada día desarrolla la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital 12 de Octubre de Madrid. En palabras de Jesús Barea (Córdoba, 1987), Médico Interno Residente de tercer año, la UVI o UCI es precisamente el espacio en el que se acompañan, vigilan y cuidan los enfermos, incluso en los días más difíciles de sus vidas que, en ocasiones, pueden ser los últimos.
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Empieza la jornada
en el hospital

Subiendo las escaleras del metro hacia el hospital
Jesús coge cada día la línea 3 del metro. No usa las escaleras mecánicas ni ascensor, prefiere subir a pie. Seis paradas, diez minutos de reloj.

06:30 horas. Suena el despertador y Madrid amanece con demasiado calor para ser todavía mayo. Jesús calla la música de su móvil con un solo manotazo. Abre los ojos y empieza un nuevo día. Va a ser largo. Le esperan 24 horas en la UVI polivalente del 12 de Octubre. El mismo hospital en el que desde hace tres años dedica sus minutos a aprender y tratar pacientes. Evita los tópicos en todo momento, huye de las heroicidades, no le gusta eso de 'salvar vidas'. Habla en tono sincero y serio: “Es un trabajo como cualquier otro”.

07:30 La ciudad aún está despertando. Apenas se ven transeúntes por el barrio de Lavapiés. Los más madrugadores regentan las cafeterías de la zona, que a estas horas huelen a fritanga de churros. Algún comerciante asoma por la calle Amor de Dios entre cajas de frutas y verduras.

07:50 Nada más salir de la boca del metro asoman los tres imponentes edificios de ladrillo que conforman el gigante hospitalario. El año pasado hubo 44.032 ingresos de pacientes y entre sus paredes se llevaron a cabo 38.926 intervenciones quirúrgicas. Jesús sustituye sus zapatos de cordones por los crocs y se sumerge en el traje verde que se repite en cientos de compañeros suyos. Boli bic azul, subrayador verde y pilot negro asoman del bolsillo izquierdo. Fonendoscopio al cuello las 24 horas de jornada laboral y esa tarjeta que desliza para abrir las puertas prohibidas a todos aquellos que no son personal hospitalario.

7:58

Jesús reconoce que nunca se llega a asumir la muerte a pesar de que trabaja tan cerca de ella. "Forma parte de nuestro día a día. Lo más importante es cuidar y acompañar a los pacientes cuando están en momentos tan delicados".

08:05 Primera reunión del servicio de Cuidados Intensivos en sesión formativa. Como cada mañana los facultativos buscan actualizarse sobre temas científicos y médicos. Hoy expone Jesús. Con ayuda de una presentación en Prezi, articula una ponencia sobre 'Medicina basada en la evidencia', inspirada en el último Congreso de Oxford al que asistió hace pocos días. Al término de la exposición, se abre un intenso debate gracias a las incisivas preguntas del doctor Juan Carlos Montejo, jefe del servicio de Medicina Intensiva.

08:40 El Hospital 12 de Octubre es un laberinto. Escaleras que comunican plantas, ascensores internos y muchas puertas que atravesar. Adentrarse en la zona de la UVI impone a cualquier persona que no esté acostumbrada a ver personas muy enfermas. En uno de los despachos comienza la segunda reunión de la mañana y la más importante para los médicos que empiezan la jornada. Jesús y sus compañeros anotan con precisión los diagnósticos que sus colegas, ya con ojeras notables, han ido efectuando en las últimas horas de guardia. Síntomas, tratamientos con ”drogas” -medicación en terminología científica-, analíticas, valores más altos de lo que debieran, fiebres, posibles intervenciones quirúrgicas, información que han dado los familiares… Repasan uno por uno los 17 pacientes que acoge esa mañana la UVI polivalente en sus tres pasillos. El identificativo de cada enfermo es el número de su cama: “El paciente cuatro hizo fiebre anoche, la mujer del 12 dice que su marido sí consume alcohol...”.

09:40

Los médicos entrantes se distribuyen las camas. La UVI se llena de trajes verdes nuevos. A prácticamente ninguno le faltan crocs vistiendo los pies y el color es la única elección del uniforme. Los hay naranjas, azules y negros. Lo demás está prohibido: nada de anillos, ni pulseras ni relojes. El pelo, mejor recogido. Comienzan las exploraciones a los enfermos. Ningún médico inspecciona al paciente sin guantes. Cada dos minutos se desinfectan las manos con todos esos dosificadores de solución hidroalcohólica distribuidos por todas las paredes. La higiene es la mayor obsesión de los médicos en la UVI.

10:01 Empieza el repaso exhaustivo de pacientes. La doctora Temprano, tutora de los residentes entre los que está Jesús, tiene pinta de madre perfeccionista y es quien lleva la batuta, aunque los MIR son los que exploran, intervienen y regulan la medicación. Teclean las calculadoras de sus teléfonos para revisar los valores de las analíticas. Soraya (nombre ficticio como el del resto de pacientes que aparecen en este reportaje) es una enferma de VIH que sufrió una neumonía grave. Jesús se dirige a ella, le pregunta cómo está y le pide que siga con los ojos la trayectoria que marca su dedo. Está algo ida, pero obedece. Consigue desplazarla hasta un sillón con ayuda de sus colegas y le pide que apriete cuanto pueda una pelotita de goma. A duras penas la mujer arruga el esférico.

Pablo tiene sólo 28 años y está enfermo de cáncer. Lo trasladaron desde Oncología a la UVI ante el empeoramiento de su salud. Le hicieron un trasplante de médula ósea, carece de defensas por completo y por eso se encuentra en estricto aislamiento. Cualquier contacto con el exterior podría ser fatal. Está unido a una máquina de diálisis, que sirve para limpiar la sangre que circula por su cuerpo. Al lado, una bomba de medicación y el respirador. Los médicos y enfermeras que atraviesan las puertas acristaladas lo hacen con mascarilla, guantes y bata. La angustia al ver a un paciente que lucha por vivir y tendrá difícil salir adelante se adivina en la mirada de Jesús cuando abandona el cubículo.

11:30

Jorge ya es uno más en la familia de la UVI. Lleva más de 50 días ingresado a causa de un trasplante hepatorrenal, cuando la estancia media de los pacientes en esta unidad apenas es de una semana. Hasta un televisor le ha llevado su familia para que se sienta como en casa.

12:05 Con el mediodía llega la visita de los familiares. A las puertas de la unidad se concentran padres, madres, hijos, tíos, primos, amigos… Todos se preparan: un peto para cubrir las ropas y calzas de plástico en los pies. Esperan a tener el visto bueno de un médico para acceder.

Mientras tanto, miran atentamente todo lo que hay a su alrededor y cuando avistan uno de esos trajes verdes, cambian el gesto. Buscan con la mirada alguna noticia, una novedad que les permita un respiro interno. Necesitan esperanza. Cualquier seña tiene para los familiares un significado: una leve sonrisa, muecas serias... Los médicos suelen intervenir si hay nuevas relevantes. Es uno de los momentos más difíciles. “Hay que encontrar un equilibrio entre ser realista y no dar falsas esperanzas. Lo mejor es ser sincero con sensibilidad”, explica Jesús. Los médicos acuden a talleres para aprender a comunicar malas noticias. El trato humano es otra de las claves en la Unidad de Cuidados Intensivos.

13:30 Tercera reunión del día. Todos los médicos acuden de nuevo al despacho y repasan el estado de los pacientes antes de parar para comer. Se abren pequeños debates en torno a las posibilidades de cambiar tratamientos. Hablan de sedaciones e incluso de alguna intervención quirúrgica.

14:10

Hasta este momento no ha habido un solo descanso. Los médicos de la UVI caminan juntos hasta el comedor del personal sanitario. Ni un comensal sin uniforme verde. Jesús elige espaguetis con tomate y pollo a la plancha con ensalada. Bebe sólo agua y de postre, una manzana a mordiscos. Durante el almuerzo no hay conversaciones personales. Sólo el fútbol consigue hacerse un hueco en medio de toda la terminología médica. En el Hospital 12 de Octubre hay una peña atlética. En la mesa de Jesús ni una persona apoya al Real Madrid, que esta noche por cierto, se enfrenta a la Juventus.
Subiendo las escaleras del metro hacia el hospital

15:07

Ya de nuevo en las instalaciones de la UVI, el 'busca' de Jesús empieza a pitar. Todos los médicos llevan uno encima. Es una especie de teléfono móvil interno para comunicarse con el resto de sanitarios del hospital. La llamada viene de la planta octava, medicina interna, y advierten de un bajón del nivel de conciencia e insuficiencia respiratoria. Marina supera los 70 años y poco a poco se adormece inconscientemente. Jesús y sus compañeros, ahora tutelados por una médico adjunta, salen disparados hacia uno de los ascensores y corren hasta la habitación 837.

15:12 A las puertas del cuarto espera la mejor amiga de Marina, muy nerviosa y con serias dudas sobre si llamar ya a los hijos de la enferma o esperar alguna novedad. Las lágrimas escapan de los ojos. Es el miedo de que las cosas vayan a peor. El mismo que se repite en muchas personas en los pasillos del hospital. La decisión está tomada: hay que bajarla a la UVI. Los celadores empujan la camilla y el médico entrega a su fiel amiga un pulpo de peluche que Marina tenía a su lado. “Cuando tiene dolores lo aprieta, es su manera de comunicarse”, cuenta.

16:20

“Está más fastidiada que esta mañana, ya lo veía yo”, se lamenta la compañera de habitación apoyada en un bastón.

17:10

Marina ha estado cerca de ahogarse. El diagnóstico es claro: aplastamiento por culpa de una vértebra derivado de la osteoporosis que sufre.Sus huesos están muy frágiles. Jesús y otros tres médicos rodean la cama y con ayuda de tres enfermeras, la estabilizan.

18:40 Suena el 'busca'. Llaman de la planta 14, en la que está instalado el servicio de Neurología. Paco, de 76 años, sufrió un ictus el sábado pasado y lucha también contra una neumonía. Dos minutos después el 'busca' vuelve a reclamar a la UVI. El equipo se divide, dos MIR acuden con un adjunto a la 14.

18:47 Los médicos atraviesan la habitación, exploran al paciente con rapidez y dilucidan durante un par de minutos. Hay que trasladar a Paco a Cuidados Intensivos. Fuera espera su hija Sonia, que rompe a llorar al escuchar la noticia. Otra vez el terror de que algo salga mal. Los celadores sacan la camilla y se escucha una voz resquebrajada: “¿Puedo darle un beso?”. El tiempo se congela unas milésimas de segundo. Lo suficiente para que cada una de las personas callen y se conmuevan ante la humana petición. La respuesta también estremece. Un rotundo “por supuesto” de la adjunta precede un sólo beso que para esa hija es un mundo. “Se fuerte, papá”, grita mientras ve la cama alejarse por el pasillo.

19:11

Paco entra en la UVI más cerca de la muerte que de la vida. No respira por sí mismo. Le intuban y queda instalado en la cama que un paciente mejorado ha dejado libre. Jesús habla con sus compañeros. Sospechan una complicación abdominal grave y requiere tratamiento intravenoso. Hay dudas pero consiguen estabilizarlo.

19:45 Jesús se da cuenta de que no ha conseguido tomarse el segundo café del día. No ha habido ni un minuto libre. Hace falta retomar las analíticas, pasarlas al ordenador y actualizar las historias clínicas. Probablemente la tarea más monótona que tiene a su cargo, pero insiste en su importancia. Todo debe quedar por escrito.

20:40

Jesús y sus compañeros reciben a dos neumólogos en la UVI. “Esto está hasta arriba”, comenta uno de ellos. No vienen sólo de visita. Hay que hacerle una fibrobroncoscopia a una de las pacientes. La prueba dura 20 minutos.

20:45

Empiezan las semifinales de la Liga de Campeones entre el el Real Madrid y la Juventus. La televisión está encendida en la sala de reuniones de la UVI aunque nadie lo ve. Probablemente no hay un escenario igual en todo Madrid. Mientras, el 'busca' de Jesús vuelve a sonar, reclaman a Cuidados Intensivos en Urgencias.

21:39 Los uniformes verdes de guardia vuelven a hacer la ronda de visitas cama por cama. Repasan los tratamientos de los pacientes y las últimas analíticas realizadas. La intensidad de la unidad va bajando. Se acerca la noche. Los pasillos del Hospital 12 de Octubre no han cesado de recibir gente, enfermos que llegan a las urgencias, familiares deseosos de ver a sus seres queridos... La cafetería, en la planta baja, ha estado todo el día llena excepto a estas horas. Cerrará en breve y apenas quedan bocadillos. El personal comienza las labores de limpieza. Algún médico hambriento apura los últimos minutos para comprar un snack. Queda mucha noche.

22:55 Por fin Jesús y el resto de compañeros encuentran el momento de ir a cenar. Son casi las once de la noche. Vuelta a los pasillos laberínticos que llevan al comedor. Ni siquiera durante la cena desconectan de su temática habitual. La máxima desviación les lleva a hablar sobre maternidad y ginecología. Prefieren la UVI.

23:17 Jesús está apurando el segundo plato cuando suena el busca por enésima vez. No hay tiempo para terminar la cena. El paciente de aislamiento, Pablo, empeora por momentos. Sigue bajando el nivel de oxígeno en sangre. No crece el nivel de leucocitos. Los médicos se levantan apresurados y corren hacia la UVI.

23:48

Jesús y sus colegas hacen su trabajo: consiguen estabilizarlo. No es la primera crisis del día en este paciente. El resto de enfermos de la UVI duermen como han dormido durante el día. Pero es distinto. No hay ruidos. No hay luz. Jesús sale un momento a hacerse el segundo café del día. El mismo que pretendía haberse tomado a las cuatro de la tarde. Es casi medianoche.

00:13 Los médicos se vuelcan en actualizar historias clínicas y pasar las últimas analíticas al ordenador, aprovechando los únicos momentos de tranquilidad que regala la madrugada.

01:47 Después de las últimas analíticas, los médicos deciden que Paco será operado en las próximas horas. Jesús le cambia el tratamiento para preparar al paciente.

2:20 Nueva visita a aislamiento. Pablo ha empeorado respiratoriamente. Está sedado y las máquinas responden por él. La gravedad de este paciente estremece al equipo sanitario. Continúan con las analíticas.

03:30

A altas horas de la madrugada los MIR siguen pasando datos a los ordenadores. Empieza a pesar la larga jornada. Hay cansancio.

5:30 Último repaso. Los pacientes se encuentran estables. Jesús se acerca a la habitación de la UVI en la que hay camas instaladas para los escasos momentos de descanso. Echa un ojo a su teléfono móvil, responde los whatsapps y se tumba durante un rato sin conciliar un sueño profundo.

06:58

De nuevo en pie para hacer los primeros controles de la mañana. Revisar analíticas, balances y cálculos. Deben actualizar los datos de cada paciente para el cambio de turno que se producirá en hora y media.

08:30 Jesús y el resto de médicos salientes se reúnen con los que llegan en la mañana del miércoles. Se repite la sesión del pase de analíticas. Citan uno por uno los enfermos ingresados. Su nombre y edad, el diagnóstico, la situación actual, los tratamientos puestos y las posibilidades que existen de intervenciones quirúrgicas. Comparten impresiones y opiniones. Es un trabajo en equipo y aquí cuenta todo el mundo.

09:10 La jornada de trabajo ha terminado para el doctor Jesús Barea. Las 24 horas de trabajo del MIR se verán recompensadas con 200 euros. Es lo que valen las guardias. Se calza sus vaqueros y la sudadera a rayas del día anterior. Hoy le acompañan a él las ojeras. Deja atrás el gigante hospitalario y coge el metro para volver a casa. Aprovechará para descansar. Mañana volverá al hospital para seguir con su trabajo, “como otro cualquiera”. Cuidará y vigilará a los enfermos.